Esta terapia une dos posiciones, por una parte, la cognitiva que hace referencia a lo que pensamos, por otra, la conductual, es decir, lo que hacemos.

Principalmente consiste en relacionar el pensamiento, la emoción y la conducta. Lo que percibimos, sentimos y pensamos determinará nuestra respuesta emocional, es decir, nuestra conducta. Por lo tanto será muy importante darse cuenta de esta relación.

Durante nuestra infancia vamos construyendo nuestro sistema de creencias, desde aquí aparecerán nuestros pensamientos automáticos irracionales que estarán en la base de nuestras emociones. Imaginemos por un momento que una persona desde siempre piense “no valgo demasiado” (esquema cognitivo básico) probablemente ante una situación en la que algún amigo no le llamé para quedar, aparezcan pensamientos como «nunca más me llamará” “Soy un desastre y no me quieren…”, etc. (distorsión cognitiva) y esto dará origen a sentimientos negativos y a encontrarse terriblemente mal (por ejemplo deprimirse).

Detectar situaciones como esta es el objetivo principal de la terapia cognitiva. Aprender a reconocer los pensamientos que determinan nuestra interpretación de una situación y por lo tanto nuestra conducta.

No se trata de quitar las emociones sino de diferenciar lo que es racional de lo que no lo es, de saber que lo que pienso esta determinando la mayoría de las veces lo que hago. Se trata de una terapia corta comparada con otro tipo de psicoterapia, se puede trabajar de forma individual, con parejas e incluso con grupos.

Es activo-directiva, por ello requiere que el cliente se comprometa, que además de acudir a las sesiones realice tareas en casa para que se produzcan cambios. Es importante la relación entre terapeuta y cliente, el terapeuta ayuda, asesora, acompaña, dirige el camino, pero el que camina es el cliente.